Existen innumerables reportes audiovisuales a nivel internacional sobre la conservación ambiental que pueden ser visualizados a través de monitores electrónicos.
A pesar de eso, estos no transmiten el sufrimiento íntegro de las poblaciones que no cuentan con acceso a agua dulce y limpia gracias a la contaminación hídrica.
De forma paradójica, para algunas personas inmersas en condiciones de pobreza extrema, las aguas turbias de las metrópolis contaminadas por desechos urbanos muchas veces son pozos ricos en artículos perdidos que canjean por su sustento diario.
Esto evidencia las respuestas ineficientes de las autoridades para garantizar el derecho fundamental del acceso al agua y para cortar las raíces de la miseria humana.
Daños permanentes
Deepwater Horizon fue el nombre con el que bautizaron a una plataforma móvil operada por la trasnacional petrolera BP que operaba en el pozo “Macondo”, próximo a las costas de Luisiana y del delta del Missisipi, en EEUU.
Ese fue el escenario en donde se originó la marea negra más grande de la historia, uno de los episodios más trágicos de la contaminación del agua que manchó con crudo la historia de la ecología.
El 20 de abril de 2010, la plataforma petrolífera explotó dejando un saldo de 11 trabajadores fallecidos. Aunado a eso, el diario ABC de España reseñó que “entre el 20 de abril y el 15 de julio de 2010, más de 750.000 toneladas de crudo se derramaron” en el Golfo de México.
La falla en el Deepwater Horizon estuvo en el tapado insuficiente del pozo perforado que se debía realizar luego de la explotación de los hidrocarburos.
El espesor y la viscosidad del oro negro lo convierten en un compuesto difícil de depurar.
Científicos afirman que, a pesar de que se puede recolectar superficialmente el crudo, los elementos nocivos suelen sedimentarse en los fondos marinos y alterar el equilibrio de los ecosistemas durante años.
La otra cara de la moneda
Para la mayoría de los miembros de las sociedades, las aguas turbias suelen transportar únicamente residuos malolientes y putrefactos de procedencia industrial, doméstica o agrícola.
A pesar de que las mareas negras erosionan los ecosistemas marinos, otros cuerpos afectados por la contaminación hídrica, como las aguas servidas de las urbes, esconden tesoros para algunos ciudadanos marginados.
Para una minoría paupérrima, como la que habita en las riberas del río Guaire (el cuerpo de agua contaminada que atraviesa la capital venezolana de extremo a extremo), la contaminación del agua ha traído sus frutos y el cauce del Guiare se ha convertido en su centro de operación. Viven en una realidad diversa a la ordinaria. No pescan alimento, sino metales preciosos.
Los denominados mineros —o garimpeiros— del Guaire son recolectores de prendas perdidas, fragmentos de oro, plata y bronce, etc., que canjean por efectivo para poder subsistir diariamente.
Olvidados por el Estado, los mineros visitan las aguas marrones que fluyen por Caracas por el deber de alimentar a su familia, de acuerdo con El Nacional.