Leyenda de El Jinete sin cabeza (versión mexicana)

Había un cliente habitual de una cantina que llegó un día pidiendo a sus amigos unos pesos para llevar a su hijo enfermo al médico. Los  bribones encontraron en su desgracia un motivo para seguir divirtiéndose y uno de ellos dijo:

“No tenemos ni un peso, pero le comparto un secreto. Dicen que si monta al caballo negro que corre por la loma y logra domarlo, lo llevará a la cueva de su antiguo amo, llena de oro. Y puede agarrar lo que quiera para su chamaco”

Jinete sin cabeza ¿Un mito?

Todo era un invento de ese momento para burlarse de él. Quien estando tan desesperado se enfiló hacia la loma y sobre una rama de árbol esperó al caballo y se dejó caer sobre él.

Con tanto relinchido y movimiento, la cabeza del hombre quedó colgada en aquella misma rama y su sangre cubrió por completo los ojos del animal.

La bestia emprendió la carrera, con el cuerpo del hombre a cuestas, sus manos habían quedado bien sujetas al pelaje y ambos cayeron por el despeñadero.

Hombre y bestia ahora unidos por un lazo de sangre y muerte, no se sabía cuál era uno y cuál era el  otro.

La sangre corría como río salvaje, haciendo grietas en la tierra seca, que sedienta la succionaba. Llena de burbujas comenzó a arder, entre el fuego intenso y ambos fueron tragados por la tierra.

Cosas extrañas encontradas por la leyenda del jinete sin cabeza

Cada amanecer, los bromistas encontraron sobre alguna puerta la quemadura de una herradura. La séptima noche después, entre las rocas de la cañada, un eco insistente les crispaba los nervios.

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Parecían cascos de caballo, que avanzaba a trote lento y divisaron  a lo lejos una bola de fuego bajando por la loma y todos se refugiaron en sus casas.

Desde alguna pequeña grieta entre las paredes, los mirones vieron un inmenso caballo negro, cuyas patas y crin eran solamente llamas y exhalaba fuego que obedecía las órdenes de un jinete sin cabeza que lo llevó a través de todas las puertas marcadas y salieron cargando seis cabezas con las que luego alimentó a la gran bestia, dejando atrás solamente los cuerpos calcinados de los impertinentes bromistas.

Desde entonces en aquel pueblo “Quién no ayude a un alma en desgracia, será decapitado por el jinete sin cabeza y su cuerpo convertido en cenizas por el fuego del infierno, que el caballo negro lleva consigo.


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