Las ciudades forman parte del desarrollo y progreso; ya que son lugares productivos que contribuyen al crecimiento económico de una nación. En contraparte, el crecimiento urbano acarrea también consecuencias negativas como el deterioro de las condiciones ambientales.
El proceso de industrialización trajo como consecuencia que la población rural emigrara a la ciudad en búsqueda de empleos con mayor remuneración y mejores condiciones de vida. El crecimiento de la ciudad fue inevitable y con ello se acrecentó la actividad comercial e industrial. Es así como se genera un mayor consumo de energía y recursos y la generación de desperdicios y contaminación.
Por lo general la crisis generada o el impacto ambiental suele superar las capacidades de respuesta. En especial en aquellos países donde las regulaciones son escasas, no hay control ni seguimiento puntual a las obras o proyectos de construcción.
Zonas rojas ambientales
Es más que necesario en la actualidad una adecuada planificación y permanente evaluación del crecimiento demográfico. Además de ello una administración ambiental efectiva desde todos los ámbitos o niveles de gobierno.
Las ciudades y su permanente evolución no solo generan daños o costos ambientales. El efecto negativo va más allá porque se ve afectada la salud y calidad de vida de los ciudadanos. Es por ello que las ciudades son consideradas las principales zonas rojas ambientales.
La contradicción está en que el impacto ambiental negativo es generado por el hombre, aún a costa de su propia destrucción.
Consecuencias del crecimiento de las ciudades
Ya hemos visto algunas consecuencias, las más generales. Pero puntualizando aún más el impacto de esta acción incide en el uso desmedido de recursos naturales como bosques, minerales, suelo, agua, etc. Ante el poco control de la contaminación, las grandes urbes se inundan con sus propios desechos.
La buena noticia es que cada vez más son los países que se suman a la generación de energías alternativas. Generan e impulsan proyectos de impacto ambiental positivo y promulgan las leyes ambientales necesarias para garantizar un mayor y más efectivo control. Sin embargo, aún hay mucho camino que andar, empezando por mayor educación y toma de conciencia.