Puede ocurrir después de un día cálido, cuando se levanta una fresca brisa, o cuando se está presenciando una película de terror: en ambos casos nuestro pelo literal mente se espeluzna y nuestra piel se asemeja a la de una gallina recién desplumada.
Nuestro cuerpo está ejecutando un programa heredado de nuestros antepasados que se desencadena por dos estímulos diferentes: por un lado, debido a un descenso brusco de la temperatura exterior, y de otro, por la tensión emocional.
En ambos casos, nuestro cuerpo se está revistiendo, en cierto sentido, con una funda invisible y caliente. Como Funciona Esta Reaccion: Los pelos del cuerpo se erizan gracias a unos diminutos músculos que actúan sobre cada folículo piloso.
Al contraerse estos músculos, los folículos se proyectan ligeramente hacia fuera, incluso cuando ya no contienen ningún pelo, lo que provoca la característica piel de gallina.
Esta reacción se desencadena en el hipotálamo, una parte del diencéfalo, que recibe las señales del descenso brusco de temperatura enviadas por los sensores térmicos y que ordena la puesta en marcha de una serie de medidas.
En primer lugar, se segrega la hormona vasopresina, que constriñe los vasos sanguíneos subcutáneos reduciendo el riego sanguíneo y, con él, la emisión de calor. Después, el afectado comienza a tiritar para aumentar la producción de calor.
Y, finalmente, los músculos del pelo reciben la orden de contraerse. Una caída de temperatura representa, por lo visto, un gran peligro potencial para el cuerpo y éste intenta evitarla por todos los medios.