Un funcionamiento óptimo del hígado es fundamental para evitar enfermedades. Las toxinas entran en el cuerpo a través de la comida, el agua, por la piel y por la respiración.
Se trata de pesticidas, fármacos, sustancias químicas y polución del agua; todo ello pasa a nuestra sangre, el hígado filtra para limpiarla.
Las reacciones bioquímicas que se producen en el cuerpo también crean toxinas.
Las toxinas nos afectan de muchas maneras, desde la borrachera propia del alcohol, hasta los efectos secundarios de algunos medicamentos.
El hígado transforma las toxinas liposolubles en hidrosolubles. Esto permite que sean liberadas por los riñones, para eliminarlas a través de la orina, o que pasen a la bilis para eliminarlas por el colon.
Las enzimas descomponen químicamente la toxinas que han sido absorbidas por los intestinos, así se neutralizan convirtiéndose una forma más activa químicamente que luego se neutraliza para eliminarla de forma segura.
Un hígado sano produce aproximadamente un litro de bilis al día para sacar las toxinas del cuerpo. Si el hígado es lento, las toxina pueden acumularse, provocando inflamación y estrés por oxidación.
Las toxinas que no se eliminan vuelven al torrente sanguíneo y se acumulan en el tejido graso, donde no son una amenaza inmediata, aunque su vuelta paulatina a la sangre puede provocar enfermedades a largo plazo.
Las toxinas tienen muchas formas y tamaños; el hígado debe procesarlas para poder eliminarlas.